Motivación

«Cogiendo impulso»

Fuente: www.iesalandalus.org
Fuente: http://www.iesalandalus.org

   Es curioso observar como el ser humano se mueve con gran rapidez entre el umbral de la motivación y su término contrario.

    ¿Cuántas veces os habéis sentido motivados y desmotivados en los últimos 6 meses? ¿Y en el último año?.

    No importa el número que salga, es sólo una reflexiónSigue leyendo ««Cogiendo impulso»»

Motivación

El ARTE de Ponerse Excusas

“Hoy no tengo ganas, mejor mañana”, “Es que no es el momento adecuado, mejor esperemos que los astros se alineen”, “Si es que sé que no me va a servir para nada”, “Seguro que se me pasa, no es necesario hacer nada por el momento”…

Fuente: Quino
Fuente: Viñeta de Quino

¿A que nos suena estas frases?, ¿os son familiares?. Seguramente todos alguna vez en vuestra vida habréis caído entre sus redes y eso os habrá hecho aplazar cosas que, quizás fueran importantes, pero parecieron demasiado difíciles en su inicio.

    Actualmente, hay un término que está muy de moda en la actualidad: PROCRASTINACIÓN. ¡Vaya palabrita!, yo casi prefiero llamarlo: El Arte de Ponerse Excusas.

           En realidad, en un principio lo iba a llamar: Excusas para no ir al Psicólogo. Pero, realmente, me di cuenta que la actitud es lo que genera parte de la excusa. No hay excusas específicas para no hacer ciertas tareas, hay excusas universales que usamos para evitar ciertas tareas.

            La inspiración sobre lo que acabo de mencionar, me llegó a raíz de mi experiencia presente, ahora que estoy comenzando mi pequeña andanza, a menudo escucho frases del tipo: “Pues si que está bien lo que haces, todos necesitamos ir al psicólogo, pero quizás me animaré más adelante” o “bueno no suelo estar bien, pero en general no estoy tan mal como para tener que ir a terapia”. Es muy común la frase de “esto es sólo una racha” (aunque llevemos así algunos años…), “yo soy capaz de superarlo sin ayuda” y “si tuviera dinero…” (Hablo de casos donde lo económico no es un problema real).

              Pero me acabé dando cuenta de que, no son excusas para no acudir al Psicólogo, son barreras que creamos para no enfrentarnos a algo desconocido.

Fuente: Quino
Fuente: Viñeta de Quino

               Por eso, le cambié el titulo. En realidad, todo lo anterior es un ejemplo concreto de algo más general. El ser humano tiene a evaluar y poner en una balanza el esfuerzo, las decisiones, las recompensas…¡Lo medimos todo!. Generalmente, si el esfuerzo es mayor de lo que suponemos que será la recompensa, es común que el resultado sea este gran Arte de excusarnos para aplazar, evitar o no intentar hacer algo.

            En todas estas palabras, hay un punto muy importante: el sentimiento y la emoción. Siempre aparecen, y siempre me gusta hablar de ellos, son los protagonistas de mis historias. Ya que lo evaluamos todo, tendríamos también que valorar cómo nos sentimos cuando aplazamos planes, impulsos, actividades o propuestas. En este Arte, el alivio es algo común que se experimenta, ya que uno no tiene que enfrentarse a la activación que le supone cambiar la rutina. En otros casos, es ansiedad o nerviosismo, porque nuestra cabeza no para de decirnos que hagamos algo distinto a lo que responde nuestro cuerpo. También puede acudir la tristeza o decepción: “Otra vez que no hicimos lo que debíamos hacer”. Incluso un falso bienestar nos invade porque hemos aprendido a justificar nuestro Arte de ponernos excusas.

Fuente: Viñeta de Jim Davis
Fuente: Viñeta de Jim Davis

Si estas emociones llaman a nuestra puerta, es probable que no estemos del todo satisfechos con nuestras decisiones. Es momento de cambiarlas. Es momento de dejar de aplazar lo que verdaderamente sabemos que necesitamos. Es momento de dejar de anticipar que no merece la pena porque no lo conseguiremos o porque no es una recompensa que brille con luz propia.

           No nos damos cuenta de que únicamente nos centramos en que lo valioso es la meta, el objetivo final. Por eso, si lo sentimos demasiado lejano , poco alcanzable o con demasiados obstáculos en el camino, es probable que nuestro cerebro se defienda y no le apetezca intentarlo.

        La meta, el fin, es el movimiento. Podemos ser lineales, podemos ir por caminos más largos o más cortos, retroceder y coger impulso…Pero nunca quedarnos parados. Si estamos quietos, no exploraremos ni encontraremos nada. Si nos movemos, puede que encontremos un objetivos alternativos, recompensas inesperadas que puede que nos satisfagan más que la que habíamos idealizado.

        «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», eso dice el refrán. Os animo a modificarlo, no dejes de intentar hoy, aquello que siempre te apeteció hacer. O no te pongas hoy, las excusas que lamentarás mañana.

Trasforma tu Arte en Movimiento.

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«El termómetro de las Emociones»

¿Alguna vez has mentido sobre tu estado de ánimo?, ¿siempre respondes que estás bien cuando te preguntan?, ¿ a veces sientes que no eres capaz de decirle a quien tienes al lado que estás molesto por algo?. Pues sigue leyendo…

Oficialmente vivimos en el siglo de la Psicología Positiva. Es importante estar bien, sentirse optimista, enfrentarse a las tristezas del mundo con una sonrisa por montera. De hecho, yo  promuevo diariamente este mantra en mi trabajo, con mis pacientes,  con quién me rodea, en mis redes sociales y en mi mente…Evidentemente, si lo hago, es porque creo en ello y porque he experimentado los resultados desde diversas perspectivas.

Pero hay algo que me preocupa al respecto: la interpretación y medición de estos mensajes. Claro que hay que sonreír y sentirse plenos cada día y, por supuesto, que tenemos que sentir que la felicidad en nuestras experiencias vitales. Creo que pese a la adversidad, la vida es un camino de valoración y aprendizaje. Pero, hay veces donde esto no nos resulta tan accesible. Entonces, por ejemplo, uno puede preguntarse, ¿por qué tener que aparentar estar bien cuando no lo estoy?, llegando incluso a experimentar cierto vacío o ansiedad al sentirse excluido de la era del optimismo radical.

Fuente: Raquel Cuenca Nieto
Fuente: Raquel Cuenca Nieto

Muchas de nuestras emociones presentan polaridades. Al igual que la paleta de colores tiene colores fríos y cálidos, oscuros y claros, así como complementarios, considero que las emociones también tienen esa cualidad (otro día os hablaré de las teorías y clasificaciones de las emociones con más detenimiento).

La idea: el poder diferenciador. Si yo hoy me siento triste, quizás mañana al no sentirme igual pueda decir que estoy contento. Quizás, si hoy siento enfado por no conseguir lo que quiero, esto me ayude a sentir alegría cuando lo tenga.

El problema: el aprendizaje.  No nos enseñaron la paleta cromática completa de las emociones. Hay emociones evitadas, otras que nunca son nombradas y algunas exageradas y basadas en el fingimiento para con los demás. En el mejor de los casos, lo que ocurrió es que no nos enseñaron a tolerar las emociones llamadas negativas (tristeza, ira, frustación) y se las llamó dañinas. Mientras que, por otro lado, nos reforzaron todas las positivas (alegría, satisfacción, amor) como si estuvieran por encima del resto. Al cabo de los años, surgimos nosotros, intolerantes al dolor, a la tristeza y a las adversidades de la vida. Nos ahogamos y escondemos el círculo de la negatividad o, por contra, lo explotamos hasta sentirnos víctimas en un callejón sin salida.

La conclusión: una necesidad de cambio. Propongo usar un  termómetro para medir las emociones.

Fuente: Raquel Cuenca Nieto
Fuente: Raquel Cuenca Nieto

Imaginad un termómetro que midiera como os sentís cada día. Pensad cada día o contadle a quien tenéis al lado, con qué temperatura os habéis levantado, o cuantos grados habéis subido o bajado cada día: “Hoy estoy menos cero en tristeza”, “Ayer subí 5 grados al enfado”, “ Mañana se prevén 20 grados de sentirme con confianza”…Puede que resulte absurdo o artificial, pero estaréis haciendo un ejercicio de identificación emocional propio. No estoy hablando de cuantificar las emociones, simplemente estoy proponiendo que nos demos cuenta de que todas existen.

Nota. Este termómetro sólo es una metáfora, y es totalmente inventado por la autora. La idea es que cada uno cree el suyo de manera personalizada. 

Más absurdo es herir a quien tenemos al lado descargando nuestro enfado porque no lo hemos identificado a tiempo. O más absurdo es sentir que a quien quieres, le pasa algo y no te lo puede contar porque se siente incapaz de ello. ¿Qué pensáis cuando alguien no quiere compartir una mala noticia por sentirse una pesada carga y se aísla de su entorno?. Imaginad como crece el sufrimiento cuando uno no sabe a quién acudir porque si cuenta sus problemas los de alrededor pensarán que “genera malas sensaciones”.

EMOCIONES. Existen, se complementan y forman parte de nosotros. Son positivas y negativas (incluso las hay neutras también). Este es el primer paso. Después llegará su manejo, su modulación y su integración dentro de nuestra llamada Inteligencia Emocional.

Nuestro trabajo tiene por objetivo, no renegar nunca de lo que hace que nuestro corazón bombeé sangre cada día. La meta podemos marcarla en alcanzar los grados superiores en nuestro termómetro. Pero si un día viene el frío, no pasa nada, porque puede que el que está al lado vuestro os preste una bufanda.

Hoy os deja estas líneas una psicóloga que estaría encantada de prestaros este peculiar termómetro emocional. Una psicóloga que se ha dado cuenta, de que aunque a veces llueva, también sale el sol. Una psicóloga que os anima a sonreír cada día, pero que también os quiere dejar su apoyo en aquellos días que la sonrisa solo está de medio lado.

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