
«En el momento en que dejas de pensar en lo que te puede pasar,
empiezas a disfrutar de lo que te está pasando»
Tengo un listado de “Ideas Geniales”, un pequeño tesoro que guardo y colecciono, con la esperanza de poder compartirlas cada semana aquí, en mi pequeño rincón. En esta ocasión, mis ojos se han detenido en una nota que decía “Bajo la misma estrella”. Seguramente muchos conozcáis este título por la novela de John Green, y otros, como fue mi caso, la hayáis descubierto por la adaptación cinematográfica, que te llega al alma desde el primer minuto.
“Bajo la misma estrella” me sirve en este caso como trampolín para lanzarme a escribir un post que desde hace tiempo me rondaba la cabeza: la fortaleza del ser humano.
La vida, en numerosas ocasiones te pone trabas. Pueden venir en forma de enfermedad física y/o emocional, una familia rota o no deseada, amores frustrados, sentimientos encontrados, un duelo inesperado, un fracaso o una decepción. Quizás la lista sea más larga de lo que nos gustaría y no es necesario enumerarlo todo para que cada pueda visualizar su piedra en el camino.
El caso, es que la mayoría de los humanos tenemos nuestra particular fortaleza para enfrentarnos a todo esto.
¿Por qué?. Los expertos lo llaman resiliencia, yo le llamo impulso para sobrevivir. También se habla de capacidad de superación o de resignación. En cualquier caso, somos capaces de volver a levantarnos y continuar.
Seguramente si nos preguntaran en tiempo presente, nunca creeríamos en la superación. Pensaríamos que quien nos está diciendo esto no tiene cordura o simplemente se le da bien decir bonitas palabras (pero no están en el pellejo de quién lo pasa). La gracia está en que el aprendizaje, se obtiene con una mirada retrospectiva.
Sin embargo, los días pasan, y aunque pensábamos que no sería posible, al final uno sobrevive al dolor. Cogiendo el ejemplo de lo que me ha inspirado esta entrada, es increíble como incluso el sufrimiento puede llegar a unir a los protagonistas, hasta tal punto que pueden transformar en amor, lo que para el resto sólo es tristeza. Y lo consiguen, porque aunque sus cabezas (racionales y conscientes) sepan el desenlace, otra parte más intuitiva y emocional, manda un contramensaje: disfrutar de la vida (o, al menos, darle sentido).
El hecho es que la clave no está en el cómo, sino en el modo. Eso es lo que diferencia la fortaleza humana: el modo en que nos enfrentamos a las adversidades.
Esto nos lleva a una diferenciación entre los adjetivos “fuerte y débil” dentro de nuestra personalidad. Porque es común que nos atribuyamos, o califiquemos a quienes nos rodean, una forma de ser en base a estos dos adjetivos que van de la mano. Pasamos de uno a otro constantemente, y ese es el avance.
Encuentro, en muchas conversaciones, en muchos encuentros y reflexiones, un sentimiento de aversión hacia la debilidad. Como si Darwin tuviera razón y sólo el fuerte sobreviviera en estos tiempos donde ya no tenemos que cazar para sobrevivir. Las fortalezas y las debilidades se han convertido en otra cosa en el momento presente, y no es justo rechazar al débil sin, antes haberle echado una mano para que pueda crecer fuerte.
La mayoría de las veces, no nos sentimos fuertes, sino que aprendemos a ser fuertes. En otros momentos, no es que seamos débiles, sino que aún no es nuestro momento para superar el presente, estamos cogiendo impulso. Es algo dinámico, lo importante es no anclarse, sino estar atento al momento para poder elegir la superación.
Por eso, afortunadamente, nuestro MUNDO está en constante CONSTRUCCIÓN.