
Es curioso observar como el ser humano se mueve con gran rapidez entre el umbral de la motivación y su término contrario.
¿Cuántas veces os habéis sentido motivados y desmotivados en los últimos 6 meses? ¿Y en el último año?.
No importa el número que salga, es sólo una reflexión.
A menudo, tropezamos con crisis temporales. Estas crisis pueden contener un mayor o menor tinte dramático, pudiendo resultar más o menos intensas, con mayor o menor duración. Experimentamos sentimientos vinculados a vivencias y emociones que nos hacen únicos también para los momentos vitales más complicados.
Aquí comienza nuestra particular montaña rusa, comienzan un camino vertiginoso donde buscamos equilibrio para no caer. No estamos muy acostumbrados a valorar las crisis como impulsos para alcanzar de nuevo las ganas de comenzar, o para continuar buscando metas y objetivos. La crisis acecha como un castigo que impide el avance, como algo incontrolable que nos hace vulnerables y perdidos.
A menudo, nos bloqueamos cuando las cosas no marchan adecuadamente. Parece que nos enseñaron que la vida sólo tiene un sendero, y cuando ese sendero se corta…¡se acabó el caminar!.

Aquí, nuestras emociones son tremendamente importantes: la desmotivación se suele acompañar de desesperanza, de tristeza o de pérdida curiosidad por la vida. Comenzamos a vivir por inercia, sin tener en cuenta nada de lo que nos rodea, porque pensamos que no es suficiente.
«¡Esto no es lo que yo quería!»
¡STOP! Paremos un momento. ¿Y si necesitáramos esto para ayudarnos a elegir en el futuro?
Hemos pasado demasiado tiempo deseando cosas para intentar conseguirlas y frustrándonos cuando no han llegado (el mundo psicoanalítico nos lo puede explicar muy bien). La frustración es necesaria, pero si no aprendemos a manejarla podrá dañarnos más allá del propio deseo.
Por otro lado, el tiempo que dedicamos a saborear lo que SÍ tenemos, es mínimo. El valor subjetivo de algo conseguido se reduce. ¿No debería ser al contrario?
Llegados a este punto, hay que tener claro que es importante pedir ayuda cuando uno se siente estancado en una crisis. Replegarse, alejarse o escudarse en la tristeza, no nos permite ese avance.
Motivación y desmotivación van de la mano. Las crisis forman parte de nuestro crecimiento. El primer paso es reconocer que no hay debilidad, sino humanidad.
Los momentos difíciles nos brindan un impulso hacia el cambio.
El cambio necesita movimiento.
Siempre sin saltarnos pasos, siempre siguiendo un proceso.