¿Alguna vez has mentido sobre tu estado de ánimo?, ¿siempre respondes que estás bien cuando te preguntan?, ¿ a veces sientes que no eres capaz de decirle a quien tienes al lado que estás molesto por algo?. Pues sigue leyendo…
Oficialmente vivimos en el siglo de la Psicología Positiva. Es importante estar bien, sentirse optimista, enfrentarse a las tristezas del mundo con una sonrisa por montera. De hecho, yo promuevo diariamente este mantra en mi trabajo, con mis pacientes, con quién me rodea, en mis redes sociales y en mi mente…Evidentemente, si lo hago, es porque creo en ello y porque he experimentado los resultados desde diversas perspectivas.
Pero hay algo que me preocupa al respecto: la interpretación y medición de estos mensajes. Claro que hay que sonreír y sentirse plenos cada día y, por supuesto, que tenemos que sentir que la felicidad en nuestras experiencias vitales. Creo que pese a la adversidad, la vida es un camino de valoración y aprendizaje. Pero, hay veces donde esto no nos resulta tan accesible. Entonces, por ejemplo, uno puede preguntarse, ¿por qué tener que aparentar estar bien cuando no lo estoy?, llegando incluso a experimentar cierto vacío o ansiedad al sentirse excluido de la era del optimismo radical.

Muchas de nuestras emociones presentan polaridades. Al igual que la paleta de colores tiene colores fríos y cálidos, oscuros y claros, así como complementarios, considero que las emociones también tienen esa cualidad (otro día os hablaré de las teorías y clasificaciones de las emociones con más detenimiento).
La idea: el poder diferenciador. Si yo hoy me siento triste, quizás mañana al no sentirme igual pueda decir que estoy contento. Quizás, si hoy siento enfado por no conseguir lo que quiero, esto me ayude a sentir alegría cuando lo tenga.
El problema: el aprendizaje. No nos enseñaron la paleta cromática completa de las emociones. Hay emociones evitadas, otras que nunca son nombradas y algunas exageradas y basadas en el fingimiento para con los demás. En el mejor de los casos, lo que ocurrió es que no nos enseñaron a tolerar las emociones llamadas negativas (tristeza, ira, frustación) y se las llamó dañinas. Mientras que, por otro lado, nos reforzaron todas las positivas (alegría, satisfacción, amor) como si estuvieran por encima del resto. Al cabo de los años, surgimos nosotros, intolerantes al dolor, a la tristeza y a las adversidades de la vida. Nos ahogamos y escondemos el círculo de la negatividad o, por contra, lo explotamos hasta sentirnos víctimas en un callejón sin salida.
La conclusión: una necesidad de cambio. Propongo usar un termómetro para medir las emociones.

Imaginad un termómetro que midiera como os sentís cada día. Pensad cada día o contadle a quien tenéis al lado, con qué temperatura os habéis levantado, o cuantos grados habéis subido o bajado cada día: “Hoy estoy menos cero en tristeza”, “Ayer subí 5 grados al enfado”, “ Mañana se prevén 20 grados de sentirme con confianza”…Puede que resulte absurdo o artificial, pero estaréis haciendo un ejercicio de identificación emocional propio. No estoy hablando de cuantificar las emociones, simplemente estoy proponiendo que nos demos cuenta de que todas existen.
Nota. Este termómetro sólo es una metáfora, y es totalmente inventado por la autora. La idea es que cada uno cree el suyo de manera personalizada.
Más absurdo es herir a quien tenemos al lado descargando nuestro enfado porque no lo hemos identificado a tiempo. O más absurdo es sentir que a quien quieres, le pasa algo y no te lo puede contar porque se siente incapaz de ello. ¿Qué pensáis cuando alguien no quiere compartir una mala noticia por sentirse una pesada carga y se aísla de su entorno?. Imaginad como crece el sufrimiento cuando uno no sabe a quién acudir porque si cuenta sus problemas los de alrededor pensarán que “genera malas sensaciones”.
EMOCIONES. Existen, se complementan y forman parte de nosotros. Son positivas y negativas (incluso las hay neutras también). Este es el primer paso. Después llegará su manejo, su modulación y su integración dentro de nuestra llamada Inteligencia Emocional.
Nuestro trabajo tiene por objetivo, no renegar nunca de lo que hace que nuestro corazón bombeé sangre cada día. La meta podemos marcarla en alcanzar los grados superiores en nuestro termómetro. Pero si un día viene el frío, no pasa nada, porque puede que el que está al lado vuestro os preste una bufanda.
Hoy os deja estas líneas una psicóloga que estaría encantada de prestaros este peculiar termómetro emocional. Una psicóloga que se ha dado cuenta, de que aunque a veces llueva, también sale el sol. Una psicóloga que os anima a sonreír cada día, pero que también os quiere dejar su apoyo en aquellos días que la sonrisa solo está de medio lado.
Es una muy buena idea, sobre todo para trabajar con niños 🙂 Gracias!
Me recuerda mucho a los anillos que se pusieron de moda hace algunos años. Me refiero a los que cambiaban de color según la temperatura (se suponía que dependiendo del color que tuviese tenias un estado de ánimo diferente jaja).
Un beso.
De nada Sara, si te puede servir ¡genial! Es verdad, aquellos anillos….jaja…pues sí puede ser algo parecido… El caso es identificar que nos pasa y no enmascarar lo que sentimos para intentar tener menos sufrimiento. Mil gracias por compartir tu comentario. Un abrazo enorme.
Sin duda, post creativo y con grandes intenciones. Siempre me ha fascinado como las emociones afectan a nuestro estado de ánimo y , en consecuencia, a nuestras relaciones. Enhorabuena por la iniciativa.
¡Muchas gracias por tu comentario Cristina! La verdad es que también es un tema que me genera mucho interés y que intento trabajar con mis pacientes adultos y niños. Tenemos que cultivar nuestro hemisferio derecho para regular nuestro equilibrio emocional y, por ende, nuestras relaciones. Muy agradecida por tu aportación.
Un abrazo fuerte.
¡Qué complicado es el mundo de las emociones! Yo lo entiendo como la meteorología de la mente o casi del alma.
Todo se puede reducir a: sol luciendo al 100%, claros y nubes, riesgo de lluvia, tormentas eléctricas, vientos huracanados, etc…
Muchas veces estas predicciones nos vendría bien tenerlas por adelantado ¿Verdad? Así podríamos adaptarnos, protegernos, proteger a los demás e incluso hacer lo posible por transformar las inclemencias meteorológicas en días soleados.
Hay ocasiones en las que hay motivos fundados para estar con el ánimo bajo, pero otras veces no se conoce ni el origen (esas hormonas traviesas).
Lo de compartir ese estado de ánimo con el resto a veces es una buena solución y otras veces no lo es tanto porque no siempre las personas con las que intentas hablar del tema aciertan en la forma de enfocarlo.
Unas veces puedes necesitar un abrazo y otras un fuerte empujón.
Hay ocasiones que con hablar del tema tienes bastante y otras en las que lo mejor es no ahondar en ello y desviar la atención hacia otro lado.
Lo del código de colores me parece genial. ¡Es una gran idea!
Hoy me siento «Verde esmeralda» o «gris metalizado», una buena pista para los que te rodean.
Enhorabuena por el post.
Un abrazo.
¡Muchas gracias por compartir este estupendo pensamiento Ángela! La verdad es que estoy contigo la idea de la complejidad del mundo emocional, y que, evidentemente, también es bidireccional y recíproco, por lo que quien te rodea también es importante en este juego. Al final, la idea es aprender a comprendernos a nosotros mismos (sabiendo de antemano que habrá momentos donde caminemos a ciegas), y no negar o rechazar alguna de esas emociones desagradables (expresándolas después en la forma y medida que uno necesite). Afortunadamente, no hay claves únicas ni universales para esto de emocionarse y sentir, sino que, lo que hay son millones de termómetros propios y auténticos en cada uno de nosotros, y que están a la espera de ser utilizados en el momento y lugar adecuados según nuestra necesidad.
Muy ilusionada por tu felicitación 🙂
¡Un abrazo enorme!
Reblogueó esto en Nayány comentado:
Buen texto Raquel!
¡Gracias Judith!Me alegro que te haya gustado y encantada de que lo hayas reblogueado:), un abrazo
He leído los comentarios de el termómetro de las emociones y lo mas que puedo decir es que sería maravilloso si solo supiéramos escuchar o ponernos en el lugar del otro,los que tenemos a nuestro lado pueden hacer una labor estupenda,pero por desgracia no quieren días tristes,ni bajones o que renieges ya pasará! y tu que tienes el problema escondes tus sentimientos…como bien dices, para que tus seres queridos no se agobien y la verdad esto se convierte en un espiral del cual,no te gusta pero aprendes a vivir con ello.Al leer el texto el sentimiento que hizo en mi fue ponerme a llorar…refleja exactamente lo que me pasa a mí…muchas gracias por la labor y la ayuda que nos aportas aunque sea atraves del ordenador….felicidades y adelante.
Hola María,
Muchas gracias por tus palabras. Sé que te encuentras atrapada entre lo que sientes, lo que expresas y la necesidad de empatía que no encuentras a tu alrededor. Hay sentimientos que es complicado expresar y que es complicado compartir. Quizás a tu entorno también le cueste manejarse en la tristeza y por eso te animen a dejarlo pasar en lugar de acompañarte como te gustaría. Quizás lo hagan lo mejor que saben o lo mejor que pueden. Pero no dejes de compartir o de sentir, las lágrimas en muchas ocasiones pueden ser el inicio del progreso en tu aprendizaje. Jung decía «no hay una toma de conciencia sin dolor». Toma tu dolor como el inicio del cambio, no como el fin de tus vivencias. Muchas gracias María, por compartir y por tus palabras de ánimo. Un abrazo enorme.