Hoy voy a intentar responder a la pregunta de la semana anterior: ¿Y que hay detrás del espejo?. No es una pregunta fácil, a veces me meto en camisas de once varas…

El aspecto físico y la visión que proyectamos de nosotros es algo presente desde que el hombre existe en la tierra. El gustar al otro, impresionar, captar la mirada y atraer a quien tenemos delante, es parte de nuestro instinto animal y de nuestro impulso inconsciente de necesitar ser aceptados en el mundo.
El problema surge de la evolución del concepto. Platón afirmó que el Ideal de Belleza venía definido, no sólo por lo que agrada y da placer al humano a través de los sentidos, sino también por aquello que es motivo de admiración y fascinación en cualquiera de sus formas. En la actualidad, ¿dónde queda ese Ideal?.
A lo largo de la historia y, en función de la cultura en la que nos encontremos, el canon de belleza cambia: fuertes, delgados, gordos, más blancos, más morenos, aspecto nórdico, exótico…No siempre ha gustado lo mismo, ni siempre gustará lo mismo.
Nuestro fenotipo viene determinado genéticamente. La expresión de quien somos y qué mostramos viene de fábrica. Si bien es cierto, podemos cultivar nuestros caracteres: belleza, personalidad, aptitudes…Pero, ¿qué pasa cuando no podemos ir más allá de lo que nos gustaría?

La imagen que reflejamos en el espejo marca una parte importante de nuestra identidad. Es importante no deformar este reflejo. Puede que el espejo muestre cosas que no nos gustan, pero nos da una información maravillosa y muy valiosa de nosotros mismos. El anhelo, la falta de aceptación de esa imagen, el reproche y los famosos complejos van más allá. Es muy probable que lo que veamos sean miedos, sentimientos de poca valía o baja estima, sintiéndonos pequeños en un mundo de gigantes.
No hay debate entre la dualidad del físico y la mente, porque en realidad forman parte del mismo reflejo. El espejo simplemente nos muestra lo que queremos y lo que no queremos ver. Lo complicado es manejar todo esto.
La fórmula para aceptar el reflejo dependerá de cada uno: aceptación incondicional, cirugía, apoyo terapéutico, resignación… Siempre intentamos compensar aquello en lo que nos sentimos carentes, y si no sabemos el camino adecuado, podemos llevarlo al extremo acabando dañados.

Si sientes que sólo vales por lo que muestras, si te sientes tan poco valeroso que crees que da igual lo que muestres, si piensas que el esfuerzo por tener hábitos saludables no merece la pena, o si te tiras horas delante de un espejo sin gustarte nada de lo que ves: cierra los ojos y piensa realmente qué rechazas de tu reflejo. Porque puede que no sea sólo tu imagen, sino la percepción que tienes de ella o de ti. No es un ejercicio fácil, puede que necesitéis tiempo o ayuda. Pero si lo conseguís, podréis liberaros del reflejo que os atrapa.
No sé si la culpa será del mundo que se ha excedido en el culto al cuerpo, no sé si el ideal ha cambiado, no sé si es cuestión de que miramos sin ver lo realmente importante. Pero lo que sí sé es que cada persona tiene una belleza propia, un reflejo único que no es comparable con ningún otro.
Recordad que lo que vemos, siempre depende de los ojos con los que se mira.
Hola soy Maria, me gusto mucho los comentarios del espejo, yo la verdad no me gusta lo que veo,antes veía otra mujer muy diferente, ahora paso y lo miro de refilón y veo una mujer triste, que no rie, y no se cuida y apenas me miro, me asusta lo que veo.Tendre que hacer muchos ejercicios delante del espejo hasta sonreir un poco….pero muy interesante el tema, gracias Raquel.
Hola María,
A veces pasamos épocas donde nuestras emociones más negativas no nos permiten ver la imagen que necesitamos. Esa mujer que pasa de refilón por el espejo seguro que es una mujer MARAVILLOSA que solo necesita un poco de permitirse entender lo que le pasa a su mundo interior. La risa y la alegría del pasado son parte de tu presente, solo que hay que volver a conectar con ellas. Te envío un abrazo fuerte y espero que ese reflejo vuelva a ser el que era. Ánimo. 🙂